TRAS LAS HUELLAS DE UN LLAMADO CERRO RICO



jueves, 15 de octubre de 2015



Como muchos de ustedes saben, Colombia exige "NO MÁS GUERRA".
Las negociaciones de paz avanzan lentamente, dando tumbos entre obstáculos impuestos por algunos insensatos: diosecitos de cristal que –desde sus poltronas– disfrutan viendo cómo el pueblo se desangra. Y es que, claro, la guerra incrementa la riqueza de esos diosecitos tristes, llena de oro el vacío de sus panzas insaciables.  
Como colombiano, yo he vivido la crudeza de la guerra. He oído los gritos de dolor, y algunas veces he gritado.
Hace un tiempo, tras presenciar uno más de los absurdos bélicos, escribí el poema que aquí les comparto. Compartirlo es sólo un intento por sumar voces que exijan "NO MÁS GUERRA".


Absurdo
(Ausencias de guerra)

Ecos,
murmullos, 
acechos de muerte.
Gritos de miedo de noches de sombra.

Entre un bosque de olvidos,
dos niños se atreven a cazar la luna.
Los lobos anuncian fusiles hambrientos.
Los niños no escuchan:
apuntan disparan fallan y ríen.
De nuevo disparan:
El cielo se apaga,
el mundo se pausa.

Se acercan susurros y pasos sin nombre.
Sin nombre y sin rostro.  
Un par de estallidos aturden el bosque.
                                
                                  Aleteos,
                                  derrumbe de ramas derrames estruendos.
                                  Dos gritos sin eco.

Ya sólo hay penumbras,
penumbras de ausencia.
Bosques teñidos de negro silencio.
Mutismos de muerte.